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El temor al ridículo, inculcado en la niñez, es una de las barreras a la innovación.

Nos han educado con limitantes, no por malvados o una Cruella de Vill en la escuela, pero si tratando de encuadrarnos para una mejor alineación en el desarrollo de la sociedad. Por suerte, para esta misma sociedad, algunos nunca han terminado de encajar del todo, jee.


Estos Kidult en su mayoría se permiten equivocarse y pensar soluciones como adultos a problemas planteados con un toque de inocencia y sueño como un niño. Esta combinación explosiva es una excelente y bella amalgama para la innovación.



Recuerdo mi paso (breve) por la facultad, en la carrera de Publicidad, tenía un profesor, hoy reconocido internacionalmente. En un trabajo práctico solicitado por él me puso una muy mala nota y su explicación (lógica) era muy contundente. Varios años más tarde en una campaña suya estaba mi idea. Supe que había sido solo una idea fuera de tiempo. Cuando lo confronté solo dijo pasaron muchos años y solo debe haber quedado algo en mi mente. Esto es un solo ejemplo de cómo uno tiene que ir sorteando las barreras preestablecidas y juicios previos, él me confirmó que no todas las miradas pueden ser certeras o erróneas, es más profundo el análisis mental y emocional de las ideas.

Cuantas veces pensamos como cambiar las cosas y a cada idea le sigue la voz interior racional, "No, eso no", y toda la excusa respaldatoria para hacernos saber que estamos alineados con nuestro ser (aprendido). Les comparto la visión Kidult e innovación de la La librería Chongqing Zhongshuge.


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